Enseñando a tender puentes

      En los tiempos que corren, ingredientes como competencia y productividad son añadidos tempranamente a la educación de los hijos. «Papá, he sacado la mejor nota de la clase» es una expresión que los niños aprenden a emplear por la garn recompensa que supone ese reforzamiento social tan preciado. menos común resulta alabar a un hijo porque llego en un puesto secundario por ayudar a un compañero.

      Me ha parecido oportuno comenzar hablando de la primera etapa de la vida de modo más clarificador lo que con frecuencia me encuentro en  mi trabajo:muchos mayores y su inmensa soledad.

      Cierto que los problemas de salud a esta edad no suelen faltar, aunque es admirable la forma en la que lo llevan muchos «lo que tengo son los achaques de mi edad»

      Sorprendente si lo comparamos con la problemática emocional «me siento muy solo». Parece que, en nuestros mayores, el corazón y su caja de sentimientos duelen más que el cuerpo.

      Tener un grupo social con el que compartir cosas es una de las mejores medicinas. Pero muchos de sus compañeros de viaje ya no están, otros presentan limitaciones para tomar un simple café…

     Entonces ¿Qué opciones opciones quedan para que esa persona tenga una cierta calidad de vida social?    LA FAMILIA.

   Pues si, la familia. Ese contexto cercano que resulta tan terapeútico, porque el cariño es incondicional. Donde las alegrías y las preocupaciones pueden expresarse libremente lo que tiene un efecto curativo en la persona.

      Enseñamos a nuestros hijos a ser los mejores, a estar lo primeros. Y se nos olvida con frecuencia lomás importante. El saber cuidarnos unos a otros, el permanecer unidos,  el arroparnos, el escucharnos

      ¿No merecerá la pena, queridos padres y educadores, descentrar la atención exclusiva a las notas y centrarla pricipalmente en la atención a la familia y a los demás? Aquellas personas que dedican su tiempo a que otros se encuentren bien generan mayor satisfacción de vida.

      En este sentido, las tareas de voluntariado fomentan la sensación de bienestar. Y aunque más de uno afirme que no dispone de tiempo, le respondería que el voluntariado principal empieza en la familia, ayudando a un hermano,atendiendo al abuelo.

      «Hay que «enseñar a ayudar para prevenir el malestar»,  tanto propio como ajeno.

Artículo de Ana Moreno Gómez, psicóloga. Centro psicosomático de Sevilla.

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