Comienza el verano y es quizás un buen momento para analizar este periodo en que, entre otras alteraciones de la vida ordinaria, los ancianos pueden ver agudizada su soledad.
El dejar solos a los ancianos, supondría un fuerte deterioro para éstos, teniendo en cuenta que estas personas, por su edad, son especialmente sensibles a la afectividad de sus seres más queridos.
Ciertamente, y esto ocurre en todo el mundo, la asistencia a la gente mayor se ha convertido en uno de los principales retos de una sociedad que envejece.
Nuestros abuelos, a veces, no podrán ser atendidos siempre directamente por sus hijos, nietos o incluso bisnietos de la familia. Pero tenemos que hacer lo posible y lo imposible que suceda en escasísimas ocasiones.
Esto puede suponer sacrificar días o lugares de vacaciones, que nos gustaría pasar en lugares donde ellos no pueden estar. Organizar turnos entre hijos y nietos para cubrir el verano.
Entre todos, podemos conseguir corresponder a lo que estos abuelos y abuelas han ofrecido durante toda su vida: cuidados, recogida de nuestros hijos del colegio, sustituciones para que vayamos a una fiesta…
También es cierto que gracias a la generosidad de la familia, hay ancianos que, precisamente durante las vacaciones, están más acompañados por los hijos, ya que éstos dedican más tiempo para estar con ellos.
Existen también ONGs que tienen como función acompañar a los ancianos cuando están solos.
En cualquier caso, la realidad es que la gente mayor necesita compañía y ayuda, a la vez que la sociedad tiene la obligación moral de dar a estas personas la calidad de vida imprescindible para que se encuentren bien el máximo tiempo posible.
El envejecimiento de la población no es un declive social, sino una consecuencia del aumento de la esperanza de vida.