Hacer el bien es algo grande

Un hombre que pasea tranquilamente por la playa observa a un niño  que  que recoge  estrellas de mar, atrapadas en la orilla al bajar la marea y condenadas a ahogarse al sol. El chico las devuelve al agua para que puedan seguir con vida.

El hombre, le pregunta: “¿Pero…, para qué haces eso? ¿No ves lo inmensamente grande que es el mar, con todas las playas que tiene, y los millones de estrellas que morirán a diario al bajar la marea? ¿No te das cuenta que lo que haces no cambia nada?”.

El niño le mira fijamente, con asombro, con perplejidad, duda un momento pero luego se agacha de nuevo, recoge otra estrella y la lanza al mar. Se gira hacia el hombre y le dice, mientras señala hacia el agua: “¿Usted cree? Por lo menos, para esta estrella sí que ha cambiado algo.”

Es verdad que la mayoría de las cosas que hacemos no cambiarán el mundo. Y es cierto que apenas aportan nada si se contemplan en términos de grandes estrategias globales. Pero también es cierto que cada pequeña acción buena es un bien para alguien, y quizá para esa persona, en su caso particular, ese bien no sea tan pequeño. No va a resolverle su vida, ni va a aliviar apenas su sufrimiento, ni evitará quizá que vuelva a pasar por esa misma necesidad al poco tiempo, pero es indudable que cada pequeño detalle de preocupación y cercanía con otra persona hace el mundo un poco mejor, más llevadero, menos difícil, más humano. Muchas veces, esos pequeños detalles que supuestamente no resuelven nada, son precisamente los que dan sentido a nuevos esfuerzos, los que nos hacen mejores a nosotros mismos, los que proporcionan a otros la energía y las ganas de vivir,.

Aunque sea cierto que lo que hacemos es como una gota en el océano, también es cierto que la realización de una buena acción genera en quien la realiza y su entorno una satisfacción  que nadie puede suplir, la alegría de hacer el bien, que siempre genera una cadena de buenas acciones, porque quien se sorprende ante los pequeños buenos detalles de los demás se siente impulsado, casi obligado, a hacer lo mismo con los demás.

Alfonso Aguiló (hacer familia Nº 215,1.112)

 

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