¿Quién puede decir que comprende perfectamente eso que llamamos “la moda”? : Lo que nos gusta hoy, tal vez ya no nos gustará dentro de unos meses; y lo que nos gustaría ponernos siempre –porque nos queda bien y está en perfectas condiciones– no lo podemos usar, al menos por ahora, sin llamar la atención.

Y además de dictar tiránicamente lo que podemos ponernos o no, nos hace muchas veces ir francamente incómodos. ¿Cómo han podido hombres y mujeres soportar el ahogo de un enorme cuello de pliegues almidonados? ¿Y cómo caminan las mujeres sobre unos zapatos de tacón altísimos, que requieren verdadera maestría para no perder el equilibrio? ¿O ponerse unos sombreros que pesaban casi más que la usuaria?

Hay poderosas fuerzas, internas y externas que nos hacen seguir los dictados de la moda y que van mucho más allá que la mera necesidad de cubrirse. Entre ellas:

– El deseo de ser aceptado y de atraer:es el que nos lleva a vestir de manera parecida a los “otros”, para pertenecer al grupo, para no ser excluido, para no “desentonar”. Queremos agradar, atraer, necesitamos ser aceptados por los demás; De alguna manera, la uniformidad puede dar seguridad.

– La tendencia a la imitación

Usar lo que los demás usan (especialmente aquéllos que son considerados como modelos de estilo o elegancia en el grupo social) da seguridad. Se llegan a usar verdaderos “uniformes”, especialmente entre los adolescentes y jóvenes.

– Necesidad de expresarse y de comunicar algo a los demás

Con la manera de vestir el usuario proporciona abundante información sobre sí mismo. Como el lugar de procedencia, la edad, el estatus social, la personalidad.

Por lo anterior, la moda ha existido y posiblemente existirá siempre. Lo que conviene cuidar es que, por seguirla, aceptemos estilos que desdigan de nuestra dignidad como personas. Hoy en día este es un verdadero reto.