El pasado 5 de noviembre se celebró el Día del Cuidador con la intención de «reconocer la labor de quienes dedican su tiempo, ya sean familiares, profesionales o voluntarios, a ayudar a personas en situación de dependencia». Con este motivo el diario El Español publicó un artículo en el que se toma el testimonio de nuestra voluntaria Carmen y del Presidente de ASA, Fernando López. Nosotros recogemos en este post una selección del artículo; la que se refiere directamente a la misión y labor de ASA y en especial a sus voluntarios y usuarios:
«(…) El perfil del voluntario de paliativos es de una mujer con edad superior a los cincuenta años y con experiencia previa en la atención de enfermos terminales, ya bien sea por un bagaje profesional o vital, atendiendo a familiares cercanos que han pasado por esa situación.
Carmen responde al perfil. Esta licenciada en Derecho de 55 años conoció el voluntariado en cuidados paliativos hace algunos años, cuando a su marido le detectaron un alzhéimer precoz a los 45 años.Un día por semana un corpulento voluntario acudía a su casa para regalarle una hora libre para descansar. Tenía que ser fuerte para manejar a su esposo. Pensé que cuando pudiera, devolvería todo lo que me habían dado, confiesa Carmen. Y así fue. Cuando falleció su marido se enroló en la Asociación Sevillana de Asistencia y pidió asistir a personas que no pudieran valerse por sí mismas en el último tramo de sus vidas. Y desde entonces cada miércoles acude a casa de Marisa, que tiene una enfermedad degenerativa de los huesos.
Por desgracia ella ya sabe a dónde va, narra la voluntaria, que alivia otro problema común a muchos de los pacientes: la soledad. Es terrible, quita las ganas de vivir, la gente que está sola, muere mucho. Hay gente que muere de aburrimiento, lamenta Carmen. Marisa va en silla de ruedas, se cansa cuando habla y bebe de un vaso el agua con una pajita. No tiene dentadura y está harta de verse así. «Tiene un poco de depresión«, confirma la voluntaria. No habla de la muerte, pero sí de la angustia que le genera el día a día. Entre mimo y mimo, Carmen siembra la ilusión en Marisa y rompe su rutina. «Ya le gustan los crucigramas y los sudokus —cuenta—; antes cosía pero ahora apenas tiene fuerzas en las manos y muchas dificultades para ver». «No tendré conocimientos de medicina pero sé curar la soledad», zanja.
Sin embargo, pese al desánimo instalado en la sociedad, existen «millones de héroes anónimos» que ayudan, unos por «necesidad, otros por obligación y otros por amor puro», defiende el doctor Herrera de la Fundación New Health.
Sólo en la capital andaluza, la Asociación Sevillana de Asistencia (ASA) mueve a casi doscientos voluntarios y gracias a varios convenios con centros hospitalarios, residencias de mayores y demás fundaciones.
La organización presta atención domiciliaria a enfermos terminales. En el último año dedicaron 21.284 horas en cuidar a los demás.
El voluntariado «es una experiencia enriquecedora siempre», y en el caso concreto de los que asisten a los paliativos, «más todavía, ya que tratamos con personas que está en la última fase de su vida y que necesita de la bondad de otros para poder subsistir», concreta a sus 77 años el presidente de ASA, Fernando López Íñiguez. «La satisfacción es inmensa», resume.